martes, 6 de febrero de 2018

¿CÓMO SE LOGRA EL AMOR SANO EN LA PAREJA? DESDE EL TAROT DE MARSELLA por Ismael Sánchez


Desde el amor sano le decimos al otro conscientemente: Te tomo, con todo lo que eres y con todo lo que traes. Desde el amor tóxico le decimos al otro inconscientemente: Te cambio, no me gusta la vida que llevas y el destino que te precede. 

En este artículo y en la medida de lo posible, voy a tratar de abrir la mirada colectiva a qué nos acerca y también a qué nos aleja de lograr el amor sano, adulto y equilibrado en la pareja, tomando como referencia los tres siguientes aspectos:
  • Cómo me coloco internamente. ¿Desde qué lugar miramos hacia la pareja? 
  • Cuál es mi pedido profundo. ¿Qué nos acerca o bien qué nos aleja de la pareja?
  • Soluciones y frases sanadoras. ¿Cómo avanzamos hacia el logro de la pareja?
Para ello me apoyaré en los arcanos que aquí se han querido pronunciar, en especial en su suma, y en la combinación de estos: La Fuerza (11) + El Ermitaño (9) = El Juicio (20).

Antes de entrar en detalle con la lectura, me gustaría partir desde la siguiente reflexión, y que esta te acompañe a lo largo y ancho de tu camino hacia el logro de la pareja: No se trata de buscar, de huir o forzar el amor, exigiendo de más o tomando de menos, se trata de hacer a un lado lo que esperas y lo que deseas del otro, para ver y descubrir a quién tienes delante de ti. ¿Y tú, ves lo que quieres ver o empiezas a querer lo que ves?

Arcano XI La Fuerza. Te enfadas con tu pareja, o bien con el amor, sin darte cuenta que estás jugando a un juego del que nadie sale ganando, pidiendo o bien sintiéndote demandado, ya sea para que se ocupen o ya sea para ocuparte, de satisfacer cuatro pedidos infantiles propios o ajenos, y por este mismo motivo llegas a una conclusión poco alentadora, a la par que frustrante: "Yo no estoy a la altura de los demás, o los demás no están a mí altura". ¿Cuáles son estos cuatro reclamos que todo niño tiene y que más tarde de adulto se vuelcan en las parejas? Corporalmente pides: Quiero que me abraces, que me sostengas y que me hagas sitio. Sexualmente pides: Quiero que me desees, que me diviertas y que me entretengas. Intelectualmente pides: Quiero que me escuches y que me dejes hablar. Emocionalmente pides: Quiero que me apruebes y que me aceptes. En realidad estas "exigencias" más o menos obvias son hacia tus propios padres. Por lo tanto, ¿una pareja adulta o bien el amor sano, debe o puede corresponder o saciar estas demandas infantiles? ¿Qué ocurre en el demandado cuando se siente con el peso de responder a tales requerimientos? Este se retira, no lo sostiene, decide protegerse y tomar distancia emocional. ¿Y qué ocurre con el demandante? Este conecta con el enfado del niño interior. Conecta con la angustia de sentirse no visto, conecta con el sentimiento de abandono. Se siente víctima. Sin embargo. ¿Quién agrede? Agrede quien pide de más: No ves al otro, solo ves lo que deseas conseguir del otro. Agrede quién da de más: No ves al otro. Solo ves tu necesidad de sentirte bueno y mejor frente al otro. Agrede quién toma de menos: No ves al otro. Solo ves tu miedo a sentirte vulnerable frente al otro. ¿Cómo dejamos de agredirnos? Primero, y en la medida de lo posible para tu yo actual, miras hacia tus padres y les dices sintiéndolo en tu corazón, la siguiente frase sanadora: "Papas. Sois los buenos para mí. Los perfectos para mí. Lo hicisteis bien. Hicisteis lo suficiente. Gracias. Por favor. Sí". Y luego miras a tu niño interior y le dices sintiéndolo en tu corazón, la siguiente frase sanadora: "Te veo. De ti me hago cargo yo. Conmigo estás a salvo". De repente desde aquí algo cambia dentro de ti, algo se relaja en tu carácter y en tu alma. De repente, asumiendo desde tu yo adulto tus propios pedidos infantiles, puedes encontrarte con tu pareja, de igual a igual, colocarte a su lado, ni detrás (haciendo una función de madre o padre) ni delante (haciendo un función de terapeuta o guía) y pactar. Los adultos emocionales pactan con sus parejas. ¿Cómo? Haciéndose cargo de su demanda y dejando que el otro se haga cargo de la suya, exponiéndolas y buscando acuerdos. Por ejemplo. Yo asumo que necesito sentirme escuchado, y le digo a mi pareja: Por favor, necesito un rato de escucha a cambio de un rato de juego (si ese fuera el pedido del otro). Eso es pactar de forma adulta. Es darle espacio e igual importancia a los pedidos de ambas partes. Eso es, que ambos miembros de la pareja se sientan vistos el uno por el otro. Eso es colaborar. Y no competir en busca de satisfacer solo lo propio o complacer en busca de satisfacer solo lo ajeno. No es lo mismo pedir sin ser consciente ni hacerme cargo de lo que pido, que pedir siendo consciente de cual es mí pedido y de qué es cosa mía como "negociarlo". Muchas parejas discuten y discuten, cuando debajo de la discusión "recurrente" lo que en realidad pasa desapercibido es, que hay un pedido infantil inconsciente no asumido, y por lo tanto sin sacarlo a la luz, no se hace posible "acordar" desde un lugar comprensivo y amable. 


Arcano VIIII El Ermitaño. Te empeñas en querer "mejorar", corregir o modificar el destino de tu pareja, y en realidad, gracias a sus experiencias anteriores, y especialmente gracias a sus relaciones anteriores, las cuales hicieron sitio para ti, hoy disfrutas "de tu turno". Solo quién asume frente al otro, que es parte de su destino y no la totalidad o centro de su existencia, vive la relación de pareja en paz. Hacemos ruido a los ojos de nuestra pareja, porque queremos ser más especiales, o bien porque nos comparamos con otras personas y nos sentimos menos dignos de merecer su amor, o porque cargamos con sus problemas para sentirnos más buenos y con derecho a pedir una devolución, olvidando que el amor es silencioso, un silencio que deviene de estar presente y disponible al lado del otro, un amor que solo puede y debe asumir lo siguiente: "Estoy aquí con todo lo que soy y con todo lo que traigo, a tu lado, contigo, con todo lo que tu eres y con todo lo que tu traes". Cuando en lugar de quedarte en el medio del destino de tu pareja, esperando "algo más" qué nunca llega, te pones al lado y solo al lado y ambos os decidís a mirar en la misma dirección, renunciando a la necesidad de acaparar la mirada el uno del otro, entonces la pareja toma un sentido, toma un rumbo, toma un propósito, es decir crece. Las parejas que solo se miran a sí mismas, y que se demandan atención constante, no avanzan, se vuelven cerradas, hacen una regresión al pasado infantil, es decir decrecen. El arte de cargar lo propio y de descargar (devolver) lo ajeno es un movimiento constante, interno, "invisible" (pero no por ello con menos efecto) y que se da dentro del espacio emocional de todas las parejas. ¿Quién carga? Aquel que piensa o siente (aunque sea de forma inconsciente) que es más fuerte, más sabio o más grande que el otro. ¿Qué ocurre aquí? Se desequilibra la relación, uno se siente más bueno que el otro, se pone por encima. ¿Quién es auxiliado? Aquel que piensa o siente (aunque sea de forma inconsciente) que es más débil, más inseguro o más pequeño que el otro. ¿Qué ocurre aquí? Se desequilibra la relación, uno se siente más malo que el otro, se pone por debajo. ¿Cómo volvemos al equilibrio y a la igualdad? Para el que carga asumiendo frente al otro e interiormente la siguiente frase sanadora: "Lo siento si cargue con algo tuyo. Veo tu carga, Veo tu fuerza. Veo tu sabiduría". Para el que es auxiliado asumiendo frente al otro e interiormente la siguiente frase sanadora: "Lo siento si te pedí que llevarás mi carga. Es cosa mía. Yo lo llevo. Eres libre". 


Arcano XX El Juicio. Te unes enteramente a tu pareja, cuando logras ver a través de ella a sus padres, a su niño interior, a su destino y a algo más grande (el espíritu) y lo llevas todo a tu corazón. Si estar con tu pareja, te debilita energéticamente, pregúntate que parte estás negando de su camino, y vuelve a colocarte en tu sitio, es decir, en el último lugar. Negar baja la energía vital. Asentir aumenta la energía vital. Incluso, y lo más difícil, si aceptas que al lado de tu pareja está su muerte, si aceptas que no es de tu propiedad, y que es dirigida por un movimiento mayor que va más allá de tu "pequeña voluntad", te relajas profundamente y te centras en amar ahora, ya no pospones para mañana. Te das cuenta que para amar de forma limpia, es imprescindible tener presente la propia muerte y la muerte del ser amado. Te dices: "No te amo de menos por miedo a perderte. Te amo de más porque nuestro tiempo es limitado". 



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