Permítete en lugar de hacer o crear para buscar seguridad o estabilidad, hacer o crear para tener placer y satisfacción personal. Es decir, no me muevo o hago por y para los demás, olvidándome de mi propia individualidad, sino que me muevo y hago desde mi plena realización, éxtasis y alegría y eso es lo que después doy, ofrezco y vuelco en el mundo. Por querer mi propio placer, goce o diversión no soy una persona egocéntrica, egoísta o caprichosa. Si yo no elevo mi propio grado de satisfacción interior, dependeré de los demás, y la necesidad llama a la necesidad, y desde aquí el abuso y la toxicidad en la relación con el otro está garantizada. Te dices: "Mi placer es igual de importante que mi deber. Juego y soy responsable a partes iguales".
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