No necesitas permisos. Tú mismo/a te das el permiso o te lo quitas. 
Cuando conoces esta libertad interior que jamás perdiste ya no hay 
cabida para la competencia, la manipulación, el chantaje o el 
sometimiento en tu vida. Acompañas y te dejas acompañar, sin juzgar. 
Calientas y te dejas calentar, sin abrasar. Apoyas y eres apoyado/a, sin
 invadir. Por fin creas un espacio para recibir y ser recibido/a. Te 
dices: "Yo hago mi pequeña parte y tú haces tú pequeña parte y juntos 
creamos algo más grande".

 
No hay comentarios:
Publicar un comentario